viernes, 7 de julio de 2017

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS: Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario.




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INTRODUCCIÓN

En esta sección del blog parroquial SANJUANYPIEDAD.COM queremos meditar cada semana la Palabra de Dios que se lee y que se proclama en la celebración de la Eucaristía del Domingo, en cada ocasión diferente y con mucho que enseñarnos.

DOMINGO DECIMOCUARTO DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Zacarías 9, 9-10
SALMO 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14 
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 9. 11-13
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30

La semana pasada los textos de la Sagrada Escritura nos definían el Reino De Dios desde la gratuidad y desde la exigencia, haciéndose visible en los gestos de la acogida y de la hospitalidad, en definitiva, de la caridad y de la solidaridad.

El Reino De Dios es un don, tanto él en sí mismo como cuando se trata de su pertenencia a él. Pero para poder alcanzarlo exige de nuestra parte un compromiso que conlleva la aceptación de la cruz, del sufrimiento, porque amar a Dios y a los demás no es nada fácil; y la aceptación del sufrimiento que también conlleva vivir el Evangelio.

La profecía de Zacarías, de carácter mesiánico, es el anuncio gozoso de la buena noticia de la llegada del Mesías. En esta profecía el Mesías es presentado como un rey que nada tiene que ver con la idea de un monarca convencional de la época. Un rey es la persona más conocida, importante y respetada de un reino o nación. Está por encima de todos, y todos lo obedecen y lo sirven. Pero también un rey es identificado como un elegido de la divinidad, y hasta en algunas culturas se le consideraba un hijo de la deidad. Pero si algo identificaba a un rey era su carácter militar, pues normalmente un rey era un gran guerrero además  de ser un político y un administrador de la justicia.

El rey anunciado por Zacarías es pacífico y hombre de paz, contrario a la violencia y al uso de las armas, más bien las hace desaparecer. Ese rey es sencillo y humilde, amante de la pobreza. Los reyes poderosos y guerreros montaban a caballo para exhibir su grandeza. El rey mesiánico aparece simbólicamente montado en un asno joven, de ahí  su carácter indefenso y de renovación, de sencillez y de humildad. Todos estos atributos del rey y mesías son los mismos del Reino De Dios. Los signos de la presencia del Reino de Dios son la paz y la sencillez, reflejadas ya, siglos más tardes, en las Bienaventuranzas del Evangelio (Mateo 5).

Jesucristo es el Mesías anunciado por el profeta, Él es el rey de la paz, y su humildad y pobreza de vida la vemos especialmente reflejadas en Belén, con su nacimiento, y en el Calvario, con su muerte. Nosotros, los bautizados, por el Espíritu Santo que hemos recibido, no somos solamente criaturas sino que, por el sacramento bautismal, nos convertimos en “otros cristos”, participando también  de su condición real, es decir, somos también reyes pero a semejanza de Cristo: reyes que deben servir a Dios y a los demás en mansedumbre, humildad y pobreza.

El pasaje del Evangelio es una oración de Jesús que se dirige al Padre en acción de gracias por todo lo recibido, especialmente por los discípulos y discípulas que lo van siguiendo, al mismo tiempo que se siente admirado por la forma de actuar el Padre en esta elección, pues los seguidores de Jesús se caracterizan por su sencillez de vida y de conocimientos. Dios no elige a los mejores ni a los que más destacan por su grandeza económica ni intelectual, sino que elige a la gente de buen y gran corazón, que son los que saben escuchar y acoger las enseñanzas del Señor; elige a quien tiene capacidad para seguirlo en situaciones de dificultad, sufrimiento y dolor. El seguimiento de todo cristiano conlleva la cruz sin huidas. Pero Cristo se presenta como consolador de las heridas y cansancios de la vida. Él  nos espera siempre para que retomemos fuerzas cuando estamos agotados y sedientos, dándonos el agua y el alimento de su Palabra y de la Eucaristía.

Muchos buscan el consuelo en el dinero y en las riquezas, en las fiestas y demás placeres que se nos ofrecen en esta sociedad hedonista, pero Cristo se presenta hoy como la felicidad y la paz que cada ser humano busca, y se presenta como el consuelo para los tristes y desdichados.

Emilio José Fernández




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